Este es uno de los platos más clásicos de bacalao que podemos encontrar, pero no por ello, menos delicioso. Una vez se le pilla el truco, no tiene ciencia alguna, pero hasta dicho momento llega a ser en ocasiones incluso desquiciante, pues como algo que se ve tan sencillo como puede ser tan complicado. Así que espero que esta entrada sea lo suficientemente aclaratoria y sencilla para que lo podáis hacer todos en casa.
Ingredientes:
- Bacalao fresco
- Aceite de oliva
- Ajo
- Guindilla (pimienta cayena)
- Sal
Elaboración:
1º) Laminaremos el ajo y lo rehogaremos a fuego suave con la cayena en el aceite, el aceite será aproximadamente un dedo.
2º) Una vez rehogados los ajos, los apartaremos. Y en el mismo aceite, en el fuego más chico que tengamos y al mínimo, pondremos bocabajo las porciones de bacalao ya sazonadas. Lo iremos confitando muy poco a poco y dejando que suelte el bacalao toda su gelatina.
3º) Bien hechecito por un lado le daremos la vuelta con mucho cuidado, pues además de ser el bacalao delicado de por sí, confitado adquiere una textura tierna y delicadísima, por lo que hay que ser especialmente meticuloso.
4º) Una vez hecho el bacalao, lo apartaremos del aceite, y con un colador fino haciendo movimientos circulares en el aceite empezaremos a emulsionarlo. Y aquí hay que tener en cuenta las dos partes más importantes de esta elaboración; una es no cambiar el sentido de los giros del colador y la otra y la más importante, es que el aceite debe estar tibio, a una temperatura media-baja, si no será imposible que emulsione.
5º) Ya únicamente quedará emplatarlo, que una manera pues es disponer los lomos de bacalao en el centro del plato, salsear con el pil pil y añadir por encima los ajitos que rehogamos al principio. Me hubiese gustado darle algo de color, pero no disponía de nada en ese momento, pero ciboulette (cebollino) picadito y alguna remita entera le habría quedado genial, pero bueno, eso ya es la imaginación y gusto de cada uno.
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